jueves, 11 de diciembre de 2008

Juan Carlos Rivera Quintana: “el profesor no puede hacer un uso indebido de su poder”


Juan Carlos Rivera Quintana es un Periodista Cubano de 48 años, naturalizado argentino. Es Licenciado en Periodismo y Profesor de Redacción Periodística y Técnicas Gráficas en el Círculo de la Prensa. Tiene una cursada terminada del Master de Planificación y Gestión de la Comunicación de la UNLP. Además dicta talleres abiertos a la comunidad sobre géneros informativos y de opinión.
¿Qué puede decirnos respecto a la planificación sobre: contenidos, tiempos de preparación, dificultades para realizarlas?
-Dar clase lo tomo como una investigación. A mi no me gusta repetir los mismos contenidos, de año a año. Me atrae cambiar los ejemplos, aún a estas alturas de tanta docencia sigo planificando las clases, leyendo y releyendo autores nuevos, buscando nuevos materiales, aún cuando son contenidos que manejo, ya que estoy dando clases desde hace mucho. Me gradué en La Habana en 1983 como Licenciado en Periodismo. A partir de 1985 ya estaba dando clases en la Universidad, talleres de reportaje y entrevista, en la facultad de Comunicación y Periodismo de la Universidad de la Habana, y tutoreaba tesis de alumnos que terminaban la cursada y hacia labor de oposiciones de algunas tesis.
El hecho de ser profesor y ejercer como periodista te da la posibilidad de estar trabajando con los géneros, investigando, entrevistando constantemente y eso te mantiene activo a nivel profesional. Siempre he dado clase de géneros periodísticos, es la materia que he dictado siempre. Incluso cuando me brindaron la posibilidad de entrar a esta Escuela (I.C.E.I. Círculo de la Prensa) y me ofrecieron el taller de Televisión tuve que montar esa asignatura completa, porque yo lo que había hecho de televisión fueron alrededor de 7 meses; la que hice en Nicaragua, cuando me desempeñé como corresponsal de guerra) y por otra parte la que hice en Cuba, donde estuve un tiempo también en televisión como entrenamiento o pasantía en el I.C.R T. (Instituto Cubano de Radio y Televisión), pero yo no he sido un periodista de televisión, sino de prensa gráfica y sobre todo de revistas. Pero me interesa, me gusta el quehacer pedagógico, el intercambio con los alumnos te renueva, te presenta todo el tiempo nuevas interrogantes.
Por ejemplo, ahora estuve leyendo muchos materiales sobre el género del reportaje y me di cuenta, con un libro de Miguel Ángel Bastenier, el editor de “El País” (España), titulado: “El Blanco Móvil”, que es un libro poco conocido en Buenos Aires; él es un profesional de mucha trayectoria y experiencia periodísticas, que habían nuevas miradas, muy renovadoras sobre ese género periodístico y sus estructuras posibles y las incluí en las clases màs recientes que dicté, este año. A mí me gusta lo que hago. Me tomo el trabajo de dar una clase como una investigación, y eso lo disfruto, si no sería muy aburrido estar repitiendo siempre lo mismo. Ese “speach” uno lo tiene de hace muchos años. Como me gusta planificar, me lleva mucho tiempo la clase. Por ejemplo, hoy a la mañana iba a dar una clase de entrevista, y un rato antes de salir a la clase todavía estaba buscando ejemplos de las páginas deportivas de Perfil, donde escriben profesionales tan prestigiosos como Víctor Hugo Morales.

¿Cuando dio sus primeras clases, que miedos se le presentaron y cómo los superó?
-Yo me gradué en 1983 y empecé a dar clases y talleres prácticos, en 1985-86. Los miedos eran los típicos de una persona que todavía no conocía mucho de la práctica profesional. Siempre digo que las escuelas latinoamericanas – todas - te dan un barniz de cultura, pero el periodismo tiene que ver mucho con la autopreparación cultural y las lecturas individuales y que siempre se está aprendiendo, él que crea que se las sabe todas porque está graduado de la especialidad se comenzará a anquilosar intelectualmente y dejará de ser creativo. Por esos años empezaba a dar clases en la Universidad de La Habana y ejercía como periodista de la Revista Verde Olivo, de Cuba. En la escuela dictaba talleres, que tienen otra característica: mucha práctica, los alumnos acuden a ellos con miles de interrogantes y lagunas, y te lo demuestran cuando no pueden resolver la introducción de una entrevista a una personalidad; cuando traen a clases cuestionarios mal elaborados para realizar un buen reportaje. En esa época poseía los miedos de toda la gente que empieza, sobre todo el temor a la exposición. El profesor delante del aula debe ser un poco histriónico, extrovertido, comunicar todo el tiempo, tiene que conocer mucho la materia, gustarle lo que está enseñando, no tiene que estar pensando únicamente en lo que va a ganar. Por ejemplo, en 2006 comencé, por primera vez en la Argentina a dar clases en una universidad: la Maimónides, y con una asignatura que jamás había dado: “Comunicación y Webmarketing”. Una materia muy novedosa, de una especialidad con mucha proyección futura y profesional. La primera clase tenía terror, y encima uno siempre asocia, porque es una realidad, a los alumnos universitarios con la mayor preparación intelectual, más lecturas, más exigencias. Y, por supuesto, me imaginé que la gente tenía mucho más nivel. Así me preparé y leí e investigué. Yo doy todas las clases en al Universidad con Power Point, como si yo fuera a dar una conferencia en un auditorio y lo disfruto, aunque su preparación me lleva mucho más tiempo. Por obligación, entonces, tuve que aprender el lenguaje de los P. Point y sus códigos para comunicar mejor. Todo eso me llevó tiempo. La primera vez siempre existe el temor a la mala recepción de los alumnos, a todos los inconvenientes propios de la primera vez. A mí, por ejemplo, me molesta muchísimo y me siento frustrado sobremanera, lo considero hasta como una derrota cuando veo a un alumno abúlico, bostezando, con cara de no tener interés por lo que se habla. Recuerdo un caso, tuve un estudiante en el Círculo de la Prensa, que siempre tenía sueño y bostezaba en las clases, se caía de sueños y pestañeaba muchísimo siempre. A la tercera clase le pregunté que le pasaba, si no le interesaba el contenido de las clases, la materia, lo que se decía y discutía. Él me contestó: “No profe, es que yo vengo de una panadería, de hacer pan toda la noche”. Me desarmó completamente, pues no podía reprocharle nada, eran muy grande sus deseos de estudiar y salir de aquella panadería con otra profesión. A la otra clase trajo el pan que él había estado horneando y comimos todos en el receso.

Usted dio clases en varios países: ¿la experiencia es muy distinta?-He trabajado en Cuba; en México; en Buenos Aires mis primeras experiencias fueron en escuelas religiosas, como el Sagrado Corazón, la escuela que forma a profesores, en la actualidad. Los alumnos no son muy distintos, salvo algunas características propias de la idiosincrasia latina y los códigos de comunicación y habla. El alumno cubano tiene un poco más de nivel realmente y está siempre mucho más interesado, es menos perezoso intectualmente, lee más. Sin embargo he encontrado alumnos muy creativos y con muchas lecturas en Buenos Aires. De la Escuela del Sagrado Corazón, ubicada en la Ciudad de Buenos Aires, donde impartí un ciclo de Literatura, titulado: “El chisme colosal de la literatura cubana”, que hablaba de los grandes prohibidos de la literatura cubana tengo grandes recuerdos. Estaba previsto para 15 días y me dejaron como 25, en el año 2000, si mal no recuerdo. Y me pasaba que, cuando daba los contenidos, se les notaba a los alumnos en el rostro su interés por los contenidos y su avidez por los temas. Pedía la bibliografía y leían las obras, eso me encantaba. El profesor debe motivar, emocionar y promover la lectura y la búsqueda de mayor información entre sus alumnos. Recuerdo que disfrutaba mucho hablarle a los alumnos, en su mayoría futuros profesores de Letras, de un autor desconocido o novelas desconocidas como “La carne de René” de Virgilio Piñera, que vivió un autoexilio en Buenos Aires durante 12 años y publicó por primera vez en esta ciudad esa obra. Siempre pienso que si el profesor consigue motivar al alumnado a que, al menos, localicen la obra, lean los papers y se interesen por buscar más información ya ganó la batalla.
Recuerdo cuando empecé a dar clases de periodismo en la Escuela de Psicología Social Argentina, en el 2001, cuando se abrieron las carreras de Relaciones Institucionales y Medios, y después la de Periodismo. En ese momento tenía alumnos muy grandes, y eran mucho más interesados en todos los temas y en cumplir con los ejercicios académicos. En esa escuela llegué a tener aulas de hasta 60 alumnos y era muy difícil, sobre todo, llegar a todos con la voz y motivar a todos, pero fue una experiencia increíble, a nivel profesional. Salía con las cuerdas vocales desgastadas, pero feliz por la recepción y el interés.
Los alumnos actuales - excepto en los cursos extracurriculares, que llegan con mucha preparación y donde he tenido alumnos venezolanos, mexicanos, peruanos, y argentinos, lo que constituye una experiencia muy interesante y latinoamericana – son mucho más jóvenes, más desinteresados, llegan con innumerables lagunas de base, con problemas de redacción serios y con demasiada pereza intelectual, y entonces, el trabajo del profesor es muy duro y debe reiterar mucho, corregir con mucho cuidado y tiempo los ejercicios académicos, explicar y volver a repetir. Porque el chico que llega a estudiar una carrera como Periodismo General y no sabe escribir, no lee y no tiene interés por la lectura, no está informado o no conoce a un autor como Hemingway, te demuestra desde el comienzo cuál es nivel intelectual.

¿Hasta dónde cree que una práctica profesional o pasantía se acerca a la realidad?
-A mí me ayudó mucho. Yo hice pasantías en el periódico Granma, que es el órgano oficial de PCC, en la isla, en Juventud Rebelde y en el diario Trabajadores. Yo recuerdo que cuando me gradué en 1983, debía hacer el servicio social en Cuba, como lo establecen las leyes educacionales y me ubicaron a trabajar, durante dos años y medio, en el periódico militar “Avante”, órgano de la Marina de Guerra Cubana. En esa etapa le pagaba a la revolución los gastos de mi educación. Ese fue un período de mucho aprendizaje profesional; mi primer trabajo periodístico fue montarme en una lancha cohetera y salir a cubrir un ejercicio militar en un polígono de tiro en medio del Golfo de México. Esa fue una experiencia increíble, no sólo por el tema de la navegación y las costumbres marineras a bordo de un buque de la guerra, en un tiempo en que no estaba preparado ni tenía entrenamiento militar y tampoco poseía ejercicio profesional. Aprendí mucho, desde como llegar a entrevistar a un marinero o al capitán de un barco, cómo buscar una historia de vida o bucear en una realidad. En una ocasión vi un marinero, con un gran tatuaje en su pierna. En Cuba, la gente que esta tatuada es porque estuvo presa. Me pareció que esa historia era muy interesante e inusual: el mejor marino de un buque, con una historia anterior diferente, fue una historia de vida muy leída y humana. Es cierto que la pasantía te ayuda muchísimo, te abre caminos, te enseña dónde buscar la información, dónde están las mejores fuentes, cómo encarar los géneros periodísticos y sobre todo, te da práctica, porque el periodismo se aprende escribiendo mucho. Es importantísima. Lo que pasa es que en este país es que los pasantes son muy mal tutoreados, trabajan demasiado por poca paga, se les explota mucho. Son chicos que trabajan de las 9 de la mañana hasta las 7 de la noche y les pagan 500 o 600 pesos, y les prometen que los van a dejar fijos, y después reciclan pasantes. Eso es muy leonino, no es justo.

¿Cómo detecta las habilidades e intereses en sus alumnos?
-Lo hago a través de análisis minuciosos de los ejercicios académicos. Por ejemplo con los chicos de primer año que entraron ahora a la escuela, el Círculo de la Prensa, les voy notando las inclinaciones por un tema u otro, los géneros que mejores trabajan y los aliento a que hagan su propio archivo, que sigan los temas y se autopreparen. Siempre en el primer año se ve quiénes trabajan mejor los géneros informativos y quiénes tienen mejor materia prima para trabajar la opinión, el ejercicio del criterio.

¿Que tipo de materiales o bibliografía utiliza para dar sus clases?
-A mi me gusta utilizar bibliografía variada. Uno de mis “comunicólogos” de cabecera es Ignacio Ramonet; los textos de Michel Foucaul me parecen impresionantes, es una de las mentes más lúcidas del siglo XX. Utilizo mucha bibliografía española. Nosotros hacemos periodismo latinoamericano, y España es una referencia dentro de las escuelas de periodismo, porque allí se hace buen periodismo. “El País”, coincidas o no a nivel ideológico con el tratamiento o la mirada sobre alguno de los temas que trabaja, es un periódico excelente y el suplemento de cultura es de los mejores de habla hispana. Utilizo mucho los clásicos del periodismo Cubano, desde José Antonio Benítez, que es el padre del periodismo en Cuba hasta textos de Marita Matta, Martín Barbero, un colombiano avezadísimo en temas de comunicación; los textos de Beatriz Sarlo, de Halperin, Prieto Castillo, etc. No me caso nunca con un autor. Si les doy algunos “paper” de autores cubanos, trato de hacer un equilibrio con autores argentinos. Busco por aquí o por allá, pero busco de diversos países.

¿Como ve la relación de poder dentro del aula?
-El profesor tiene mucho poder en el aula, porque él controla el discurso. Pero el profesor no puede hacer un uso indebido de ese poder. Me ha ocurrido el año pasado, incluso hice cartas a la Dirección de la Escuela, que estuve disconforme con un profesor, que sentía estaba siendo injusto con los chicos y los estaba frustrando. Uno tiene que depositar un voto de confianza en los chicos. Que ellos después sean o no depositarios de eso, que cumplan todas tus expectativas es otra cosa. Pero siempre hay que darle un voto de confianza al alumno que tienes delante. El profesor tiene un poder, pero no tiene porque ser autoritario, ni “basurear” a nadie. Hay miles e formas de ponerle en un ejercicio académico que lo que te entregó fue un desastre. Yo no suele decir: este ejercicio bótalo, rómpelo! Tengo amigos que fueron dirigidos por grandes del periodismo argentino, por clásicos y reconocidos directores de prensa y me decían que el mal trato estaba a la orden del día, que se establecía una relación patológica de miedo atroz hacía el editor. Creo que esa situación no ayuda, no educa, no prepara. Hay muchas maneras de criticar, sin destruir al otro, sin denigrar el otro. Hay editores autoritarios, muy castradores y profesores también. Eso es muy terrible. Cuando recibo un ejercicio académico, realizo la función del editor dentro del medio, pero soy incapaz de maltratar a nadie e intento buscar, incluso, en los peores trabajos periodísticos algo que pueda encomiar, pues este es un terreno muy valorativo, muy subjetivo. El profesor debe ser muy cuidadoso. Y sobre todo hay una cosa que el profesor no puede matar: la creatividad del alumno. Y el profesor debe ser creativo. Recuerdo una vez que mi hijo vino llorando porque en preescolar había pintado un sol azul, un mar amarillo y unos delfines rojos; y la profesora le dijo que el sol era inalterablemente amarillo, el mar era inalterablemente azul y los delfines eran grises. Yo escribí una crónica, a propósito de ese lamentable suceso y decía que no se puede frustrar la creatividad de los alumnos, que hay que incentivarla. El profesor debe dar un margen de libertad creativa, sobre todo en esta carrera, porque sino: ¿Qué estás creando?.

¿Y con respecto a esa otra relación de poder? ¿la que existe desde lo gubernamental hacia el docente que se enfrenta todos los días al aula?. Sobre todo en Latinoamérica-Lamentablemente, siento – y puedo estar errado – que en Argentina no se valida el conocimiento, hay mucho acomodo, mucho amiguismo a la hora de llenar puestos importantes en los medios. Me encuentro en mi trabajo con colegas que tienen un nivel de secundario y no tienen preparación intelectual. Noto en lugares de mucho poder una puja increíble, una competencia desleal, te pueden tenerte todo el día escondido detrás de un escritorio para castigarte, porque estás preparado. El que tiene el poder político lo ejerce, la competencia es buena si está cimentada sobre bases éticas y profesionales.

Comparativamente: usted estuvo en lugares como Nicaragua, Cuba, África, Sudamérica…
Nicaragua es como una gran aldea, es un país muy pobre, el conocimiento es muy escaso. Los profesionales de los medios no tienen mucho estudio en escuelas de periodismo, creo que ahora se están empezando a abrir escuelas para formar periodistas ahora, hay mucho profesional formado en la práctica, a los tumbos, de manera empírica. En Buenos Aires también sucede, con la diferencia de que acá hay mucho talento, es un escenario muy competitivo y los medios son como guettos, donde no se les da cabida como debiera a los nuevos profesionales, a los más jóvenes, que son quienes escribirán en el futuro. En América Latina toda hay mucho subdesarrollo. Pocos son los países donde se valida el conocimiento, y donde te encuentras con gente muy preparada dirigiendo un periódico, a los que se debe respetar profesionalmente, hay mucho acomodo, repito. Por ejemplo, vengo de una revista de mucha historia en el periodismo en Cuba, que es “Bohemia”. Tiene 96 años de fundada y es como una forja, una escuela de periodismo en Cuba, donde están los profesionales con mayor ejercicio y reconocimiento. Después de hacer corresponsalía de guerra, en Centroamérica y África pasé a trabajar en esa revista. Sentí que estaba porque me lo había ganado, pero me costó abrirme camino; me escondían los trabajos, se “perdían” las notas en los suplementos. Preguntaba porqué no aceptaban una colaboración en una sección y nadie me daba respuestas. En Cuba pesa mucho el tema político, ideológico, el si tienes o no el rotulo de periodista confiable, para el Partido Comunista.

5 comentarios:

Blog de Empleos dijo...

Excelente profesor y persona. Recuerdo las mañana s en que cursé con usted, fueron clases que no tuvieron desperdicios, aunque también recuerdo encontronazos y discusiones. No pasaron a mayores. Suceden cuando distintas opiniones se entrecruzan al analizar la realidad.
Me alegra mucho que los “nuevos periodistas” del Círculo tengan contacto con sus relatos, académicos y de la vida misma. ¡Un gran saludo!
David Altonaga

Juan Carlos Rivera Quintana dijo...

Gracias David por tus palabras sinceras y estimulantes. el camino que hemos seleccionado como periodistas no está lleno ùnicamente de momentos buenos, también hay dudas, disensos y discusiones, eso nos hace mejores seres humanos. un abrazo fuerte para ti y los tuyos. saludos prof. lic. juan carlos rivera

Agustina dijo...

Profe soy Agustina Moreno de 1º año turno mañana, lo extrañamos mucho!!!, desde que se fue las clases de Técnicas de la Comunicación 1 no fueron las mismas sin usted!!!.
Lo admiro mucho como profesor y como persona!!! gracias por todo lo que me enseñó y espero tenerlo en tercero, es un excelente profe, sus clases son una de las que más disfruté este primer año!!

besos


Agustina

Galería "La Paulete", Trinidad, Santi Spiritus,Cuba dijo...

Gracias Agustina, llegarás a ser una buena periodista, si te lo propones, tienes muchas y buenas lecturas y muchas inquietudes, un abrazo grandote y ya nos veremos nuevamente, juan carlos

Unknown dijo...

Estimado Juan Carlos,

Mi nombre es Daniela. Estoy interesada en el taller de redacción periodística que se dicta en el Circulo de la Prensa. Querría saber si este año también lo va a dictar y cuando empieza. Solo tengo la información que figura en la página de cursos de la Escuela y la fecha está desactualizada.

Muchas gracias
Daniela
t.danielademarziani@gmail.com